CATALEJO
DR. ANULFO MATEO PÉREZ
Psiquiatra
Desde que la sudafricana Diana Russell, antropóloga, psicóloga
social y feminista, acuñó el término feminicidio, éste es traído y
llevado en los medios de comunicación.
Las muertes de niñas y mujeres de parte de hombres irracionales y
violentos, con frecuencia son analizadas con el propósito de encubrir
sus verdaderos orígenes.
Atribuir las culpas de forma absoluta solo a los victimarios
directos, lleva implícito el ocultamiento de las causas que genera este
sistema capitalista salvaje, excluyente y opresor.
El feminicidio es un fenómeno lacerante, por lo demás global. Janet
Caputi, Deborah, Cameron… realizaron estudios al respecto en la India,
Estados Unidos y Canadá.
Esas investigaciones datan desde las cacerías de brujas en los
siglos XVI y XVII en Inglaterra, hasta nuestros días, ubicando esos
hechos abominables como expresión del patriarcado.
Al crimen que afecta a niñas y mujeres, algunos lo llaman genocidio;
otros, terrorismo de género, con subclasificaciones como feminicidio
serial, feminicidio lésbico o simplemente feminicidio.
Es simplista y unilateral buscar las causas de ese fenómeno en
motivaciones psicológica y elementalmente explicables, evadiendo llegar
a su causalidad, que es diversa y compleja.
Dominan la opinión, las especulaciones parciales y el androcentrismo
que envuelve una buena parte de la información periodística amarillista.
Se manipula cuando se atribuye sólo a la cultura machista y misógina
la violencia contra la mujer, ocultando la marginación y pobreza a que
está sometida una buena parte de la población.
Se excluye así de la discusión, la violencia económica, política,
religiosa, jurídica, cultural y racista, que genera una sociedad
preponderantemente burguesa en descomposición.
II
La violencia contra la mujer es estructural; emana del Estado como
expresión de clase y de la ideología predominante en la sociedad.
Sabido que el Estado es un órgano de opresión de una clase sobre
otra, es comprensible que sea el creador del "orden" que legaliza y
afianza la violencia de género y el feminicidio en particular.
Ese fenómeno es parte de otras formas de violencia a que es sometida
la mujer por la clase dominante y el Estado patriarcal opresor.
Cuando el Estado genera desigualdad, división sexual del trabajo y
subordinación de género, el feminicidio es un crimen de Estado.
La República Dominicana y Cuba mantienen tasas muy elevadas de divorcios y rupturas de uniones consensuales.
En el 2009, el divorcio en Cuba fue de 64 por cada 100 matrimonios, porcentaje aproximado con el de República Dominicana.
No obstante, el feminicidio en Cuba tiene escasa incidencia; no es
ni por asomo una expresión de esa alta tasa de divorcios, separaciones
y conflictos conyugales.
¿Existe cultura machista en Cuba? Sí, ¿Hay inequidad de género? Sí.
Son aún reflejo y herencia del pasado. Pero el Estado no promueve esos
antivalores, como ocurre en República Dominicana.
Al contrario, el Estado cubano lucha contra ellos e impone drásticas
sanciones legales y morales a quienes prevalidos de su masculinidad
ejercen cualquier expresión de violencia contra la mujer.
La madre soltera en Cuba ejerce su albedrío; no está supeditada al
hombre. Ella, dados sus altos índices de desarrollo humano, y el Estado
contribuyen al desarrollo biopsicosocial de la prole.
En República Dominicana, la pensión de manutención que debe otorgar
el hombre marginado y empobrecido, es, en muchos casos, el detonante de
la violencia que termina en feminicidio.
III
En la sociedad, sin importar los índices de desarrollo humano, habrá
siempre cierta incidencia de conflictos conyugales, divorcios y
separaciones de uniones consensuales.
Deben interpretarse como resultados de las insatisfacciones humanas
insalvables en la relación de pareja. Cuentan otros factores cuando las
rupturas se acompañan de violencia.
El feminicidio no está cortejado solo por la conducta machista,
misógina, androcentrista y sociopática del victimario, quien es en gran
medida producto de un sistema socioeconómico y político opresor.
Deben valorarse como causas precipitantes de la violencia contra la
mujer, la infidelidad conyugal, hedonismo, prostitución y pornografía
femenina, masculina e infantil.
También el narcotráfico, drogodependencia; alcoholismo y celopatía;
esquizofrenia, neurosis y trastorno bipolar; juegos de azar y
ludopatía; así como trata de personas. La epilepsia con sus episodios
de irritabilidad e impulsividad; evocados por la ingestión de alcohol y
otras drogas.
La violencia no sólo afecta a la mujer, también toca a la familia y
a la sociedad. Los victimarios, en un porcentaje significativo, suelen
asimismo asesinar a sus vástagos y suicidarse.
Si no se frena la violencia de género, el término “masculinicidio”
también cobrará vigencia. Ya muchos hombres mueren de manos de sus
compañeras o ex compañeras o por encargo de éstas.
Se le sirve un flaco servicio a la lucha contra la violencia
sembrando el odio de género. La fidelidad, el amor y la solidaridad son
buenos antídotos contra ese mal.
Conscientes de que son los factores económicos, sociales, políticos
e ideológicos las principales causas del feminicidio, debemos entonces
dar pasos firmes para cambiar la sociedad.
● El autor es coordinador de la Unidad de Salud Mental.
anulfomateo@gmail.com
martes, 22 de enero de 2013
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