lunes, 25 de noviembre de 2013

¿Está usted deprimido?


Por ANULFO MATEO PÉREZ

La respuesta a esta pregunta no siempre es objetiva. Muchas personas realizan sus actividades cotidianas cargando un fardo de malestares que suelen asociar al pródromo de afecciones gripales o al cansancio por exceso de trabajo, cuando en realidad están siendo afectadas por una depresión.

Esta enfermedad es un trastorno del estado de ánimo caracterizado por una disminución de las energías psíquicas, físicas, y de la autoestima; el pensamiento se hace lento y su contenido es de ideas tristes y sobrevaloradas.

Al paciente le embarga el pesimismo, autocompasión, limitando su relación con el entorno social, disminuyen sus funciones sexuales y neurovegetativas. Realizar el aseo personal resulta una verdadera proeza.

Por supuesto, la depresión puede presentarse desde una fase subclínica (leve), casi imperceptible, hasta una depresión profunda, con un rango psicótico que puede amenazar la vida por las ideas suicidas.

El deprimido puede presentarse irritable, poco amigable y rechazar el contacto social. La vivencia depresiva es indescriptible: se conjugan la tristeza, amargura, remordimiento, apatía y sentimientos de culpa.

Por lo general, el enfermo tiene conciencia de su incapacidad y es cuando aparecen las ideas de que la vida no vale la pena, presentando el acto suicida para terminar con el sufrimiento depresivo.

En textos bíblicos se haya descrita la depresión. Ya se había conocido ese padecimiento en los relatos de Homero, Aristóteles, Areteo, Asclepíades, Plutarco y otros ilustres predecesores de nuestra cultura.

Hipócrates había descrito la depresión en el filósofo Demócrito, quien a su vez se empeñó en estudiar la “bilis negra”, como supuesta fuente de la enfermedad. Hoy conocemos su fisiopatología y tratamiento.

Gracias al avance de las ciencias y la técnica, hoy conocemos la etiopatogenia de los trastornos del ánimo, y que la depresión no tiene ninguna relación con la “bilis negra”, como pensaba el filósofo Demócrito, sino con neurotransmisores cerebrales, las catecolaminas, que se hallan en el sistema nervioso central.

Estudios a nivel cerebral nos han permitido conocer que la noradrenalina y la dopamina participan en el tono afectivo y que si disminuyen causan depresión y si se elevan exaltación del estado de ánimo.

Estas conclusiones han contribuido a que la industria biomédica elabore moléculas que al ser ingeridas eleven los niveles de esos neurotransmisores y restablezcan, junto a la psicoterapia, la salud del enfermo.

En el pasado, reputados autores consideraron la depresión como la “epidemia del siglo” XX, y tal concepto se mantiene vigente, dada la alta incidencia y prevalencia de la misma, así como del suicidio.

Ese trastorno del ánimo afecta a hombres y mujeres, a infantes y adultos, ricos y pobres, obreros e intelectuales, militares, políticos militantes e indiferentes, a religiosos y no creyentes, en fin, a los distintos segmentos de la sociedad.

La depresión puede presentarse como síntoma acompañante de otras afecciones y como enfermedad. Puede ser reactiva a contingencias generadas en la interrelación sujeto-medio y de origen endógeno.

Puede ser secundaria a tumores cerebrales o a la esclerosis, infecciones, trauma craneo-encefálico, o como secuela de otras afecciones como la epilepsia y la enfermedad de Parkinson.

Es muy frecuente tras los accidentes cerebro-vasculares, en el alcoholismo y otras toxicomanías. En enfermedades renales, hepáticas, diabetes mellitus, hipotiroidismo, menopausia y tuberculosis pulmonar.

Los medicamentos para el control efectivo de la hipertensión arterial pueden provocar depresión, al igual que los anticonceptivos, anorexígenos, corticosteroides, tuberculostáticos, así como los neurolépticos para el control de afecciones mentales, con frecuencia usados sin supervisión médica. Por esa y otras circunstancias es que se recomienda acudir al facultativo para una evaluación periódica, momento en que este revalorará los usos de esas y otras moléculas y reajustará el tratamiento, si es necesario.

Resulta peligrosa la automedicación para tratar síntomas o enfermedades; recordemos que los fármacos tienen efectos colaterales y contraindicaciones, sobre todo en los adultos mayores, dados a la polifarmacia.

En la tercera edad -sin aparentes causas- la depresión puede manifestarse sin historia de haber sufrido antes de esa enfermedad, es lo que conocemos desde hace décadas como melancolía involutiva.

En esta etapa de la vida, el cuadro clínico se caracteriza por un dramático estado de desolación, acompañado de una vasta sintomatología encabezada por la tristeza y dominada por la agitación ansiosa.

La melancolía involutiva coincide con la pérdida de memoria, rigidez del carácter, irritabilidad, labilidad emocional, fases de inseguridad y perjuicio, por quienes han tenido el privilegio de alcanzar la tercera edad.

La depresión -en todas sus expresiones clínicas- puede ser tratada con éxito de forma ambulatoria o mediante hospitalización, con la estrecha alianza del paciente, de su médico, familiares y otros relacionados.

No debemos olvidar, que esta enfermedad puede conducir al suicidio, por lo que no debe ser subestimada por ningún miembro de esa alianza. ¿Estás deprimido/a? No te quedes callado/a, ¡pide ayuda!        

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